Aunque la mayor parte de la investigación para el control de la malaria se ha centrado en el parásito Plasmodium falciparum, responsable de la forma más virulenta de la enfermedad, existen otros parásitos del mismo género que, a pesar de producir una forma más leve de malaria, están cobrando protagonismo. Éste es el caso de Plasmodium vivax, al que se le atribuyen cerca de 300 millones de casos de malaria anuales, formas graves de la enfermedad y resistencias a algunos medicamentos. La revista Nature publicó un artículo, liderado por The Institute for Genomic Research (TIGR), donde se presenta por primera vez el código genético de P. vivax y se extraen algunas conclusiones sobre la biología de este parásito y cómo combatirlo en el futuro.
El genoma de P. vivax ha resultado mucho más similar al de P. falciparum de lo esperado. El trabajo publicado en Nature identifica únicamente unos 150 genes específicos de P. vivax. Otro dato importante de la investigación hace referencia a las vías de infección del parásito, ya que el análisis del genoma apunta a que P. vivax tendría mecanismos alternativos de infección de los eritrocitos, células de la sangre humana en las que se cobija y multiplica el parásito durante su complejo ciclo vital. Estas vías alternativas de infección no se han observado en investigaciones precedentes, y ahora se sabe que la información genética necesaria para que esto ocurra se encuentra escrita en su genoma. La comunidad científica deberá encontrar la forma de aprovechar estos hallazgos para combatir la malaria.
Aunque P. vivax ha sido raramente mortal, existen cada vez más publicaciones que demuestran que no estamos ante un parásito benigno, puesto que causa patologías graves e incluso la muerte, dato que hasta ahora se atribuía únicamente a la malaria causada por P. falciparum. Además, el mayor problema de salud pública en el control de P. vivax reside en que este parásito puede instalarse de una forma latente en el hígado, y que meses o años más tarde, tras superar la infección primaria, puede causar recaídas clínicas. Por lo tanto, P. vivax provoca graves consecuencias sobre la salud y la economía de los países que la sufren, como Papua Nueva Guinea, India o Brasil. A pesar de ello, y de los cerca de 300 millones de casos anuales que provoca, se ha tendido a subestimar la importancia de la investigación en esta forma de malaria. Por este motivo, los autores del trabajo publicado en Nature reclaman que la investigación por P. vivax se incluya en las agendas de financiación de los países que encabezan la lucha global contra la malaria.
El Dr. Hernando del Portillo y la Dra. Carmen Fernandez-Becerra, únicos firmantes de un centro español, han liderado los esfuerzos para conocer y combatir P. vivax durante muchos años, primero desde Brasil y ahora desde el Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB), dirigido por el Dr. Pedro Alonso, también jefe del Servicio de Salud Internacional del Hospital Clínic de Barcelona y catedrático de Salud Pública de la Universidad de Barcelona. Los investigadores de este centro han aportado su experiencia en el estudio de la virulencia del parásito para validar y analizar los datos obtenidos en la secuenciación llevada a cabo por TIGR. Ellos fueron los pioneros en este campo al descubrir la mayor familia de genes de virulencia de este parásito, en un trabajo publicado también por Nature en 2001. El primer autor del estudio es la Dra. Jane M. Carlton, Associate Professor del Department of Medical Parasitology de la New York University Medical Center que anteriormente trabajó en TIGR.
Fuente: Azprensa